La riqueza de la economía es la diversificación. Se necesitan economías con actividad en todos los sectores, también en el industrial. La industria es pues pieza clave de las economías diversificadas y consolidadas. Deberíamos aspirar a que una cuarta parte de nuestra actividad económica sea responsabilidad directa de la industria. La evidencia de la necesidad de la industria es de largo recorrido y es global. Y aquí nosotros no podemos desmarcamos del proceso de reindustrialización iniciado ya hace mucho por Occidente, primero por Estados Unidos y más tarde por Europa. Los motivos pueden ser distintos (estratégicos, económicos, sociales) pero la coincidencia está ahí.
Por tanto, queremos -necesitamos- reindustrializarnos. Para ello, es preciso un país amigo de la industria, y esa “amistad” se manifiesta con actitudes, voluntades y un abanico de medidas de apoyo a la industria ya establecida.
Pero también son necesarias actuaciones específicas (y muy explícitas) de apoyo a la reindustrialización, un concepto que aquí yo voy a relacionar con el fomento de la aparición de nuevas empresas industriales.
Hoy vemos como Barcelona y Catalunya participan muy activamente en el fenómeno mundial de las startups. Hemos sabido configurar aquí un polo de emprendimiento, una concentración de startups tecnológicas muy relevante a nivel mundial. Algunas fuentes indican que en el hub de Barcelona hay más de 2.000 startups tecnológicas. Existen también unas 30 aceleradoras privadas, el capital semilla que se mueve anualmente en nuestro ecosistema está llegando a los 500 millones de euros y las adquisiciones y salidas a bolsa empiezan a ser relevantes, superando en 2016 los 1.000 millones de euros. Ese fenómeno se está convirtiendo en un proceso económico tremendamente interesante. Es un proceso de venta de tecnología encapsulada en forma de startups. Y todo se sustenta sobre el espíritu emprendedor de nuestra gente joven. Se ha recuperado totalmente aquel viejo espíritu emprendedor.
Pero…., se crean pocas startups industriales. La Generalitat de Catalunya presentó hace pocas semanas una herramienta magnífica: el Barcelona – Catalonia Startup Hub, el mapa de las startups cata- lanas. Esta herramienta ha identifi-cado ya 1.400 de esas startups y continúa creciendo. En el mapa se evidencia el gran peso de ámbitos como el ecommerce e internet en general, mobile, IOT, big data… Hay ahí también empresas de ámbitos como el bio, la ingeniería y la energía.
Pero hay poca industria en ese mapa. Hoy las empresas emergentes no se conciben pensando en procesos de fabricación. Seguramente por las mayores exigencias que la fabricación conlleva, tanto técnicas como económicas, y también por el mayor tiempo de desarrollo. Pero existe asimismo una causa cultural.
Pienso que necesitamos generar cultura industrial desde la Universidad y también en la Formación Profesional, fomentando el espíritu industrial entre los estudiantes. También apostando por centros de prototipado e incubadoras industriales en las universidades y escuelas.
Recuerdo la paradoja del conocimiento: Europa (y nosotros en su contexto) ha invertido mucho en conocimiento, en universidades e investigación. Pero sacaba poco jugo a la inversión. Para solucionarlo, durante años hemos consagrado esfuerzos a la transferencia de tecnología, con unos resultados que están bien pero que no permiten todavía amortizar la gran apuesta por el conocimiento. Hoy se intuye que el emprendimiento es la herramienta que permite sacar ese provecho tanto largamente deseado. La gran inversión en conocimiento, en I+D, hecha durante todos estos años por las sociedades occidentales, toda esta inversión ha generado personas formadas en ciencia, innovación y tecnología. También muy creativas y emprendedoras. Estas personas generan propuestas disruptivas y las canalizan a través de la creación de empresas emergentes.
Pero debemos fomentar que estas propuestas disruptivas se piensen también en clave de fabricación. Hay que fomentar la creación de startups industriales disruptivas.
Complementando esas propuestas anteriores, y de la misma manera que a principios de los 2000 se pusieron en marcha instrumentos de apoyo a las spinoffs y startups de perfil tecnológico (programas como el Capital concepto y Invertec en Catalunya o Neotec y posteriormente Enisa en Madrid), en el futuro próximo vamos a pensar en instrumentos específicos y explícitos de apoyo a las nuevas propuestas emprendedoras que conlleven proceso de fabricación.
Una política industrial evidente y estable y el compromiso de nuestros gobiernos para con la industria contribuye a cambiar la percepción de la sociedad y de la gente joven y favorece el deseo de generación de nuevas empresas industriales por parte del nuevo talento. Son necesarias políticas transversales pero también específicas para cada sector, dirigidas a las diversas cadenas de valor. El apoyo a la industria no se codifica y expresa sólo desde un ámbito de responsabilidad gubernamental sino que debe ser una voluntad global y estratégica de un gobierno y de los actores económicos y sociales. Catalunya es un ejemplo de país que está trabajando muy bien todos estos conceptos.
En definitiva, se hace necesario proponer y priorizar medidas orientadas a incrementar el peso de la industria en la economía. Pero no de cualquier industria, sino de una industria basada en la innovación y la tecnología y preparada para competir a nivel global. La creación de startups es una forma eficiente de llegar a ello.