Todos tenemos bastante claro qué es un ecosistema de innovación. Académicos y consultores han dedicado años a formular y estudiar este concepto. Pero aún queda espacio para que podamos mirar esa idea desde ópticas distintas. Por ejemplo, desde la complejidad, esta disciplina que supone una (relativamente) nueva forma de analizar todo aquello que está formado por conjuntos de agentes.
Desde la complejidad, un ecosistema de innovación es un sistema adaptativo complejo.
Estos sistemas complejos se aplican a multitud de entornos. Los encontramos en el mundo de la biología, la economía, las finanzas, las ciencias sociales… En ellos el elemento esencial son las interacciones entre los múltiples agentes que los componen. Dichas interacciones generan un patrón, un comportamiento de la totalidad del sistema. En respuesta a este patrón, en un proceso de realimentación, los propios agentes cambian su comportamiento. Y con ello, en un proceso circular y constante, el patrón resulta de nuevo modificado.
Los agentes pueden ser, por ejemplo, células en un sistema biológico, coches en el tráfico o personas en una economía. También pájaros en un vuelo. El Nobel de Física de 2021 se otorgó a Giorgio Parisi, por sus investigaciones sobre sistemas complejos. El gran público lo conoce por el libro “En un vuelo de estorninos: Las maravillas de los sistemas complejos”, que explica el baile de las grandes nubes de estorninos a partir de las interacciones de cada ave con las que tiene a su alrededor.
Los rasgos que definen los CAS (Complex Adaptive System), en todos los ámbitos donde son aplicados son los siguientes:
- Se componen de una gran variedad y diversidad de agentes, que interaccionan entre ellos y con el entorno.
- Los agentes aprenden de la experiencia y adaptan su comportamiento en respuesta a cambios en el entorno o a determinadas acciones de otros agentes. Hay pues una realimentación.
- La adaptación de los agentes proporciona resiliencia al sistema frente a amenazas, facilitando que sobreviva. Ello ocurre de manera espontánea. No es un proceso guiado o controlado. Por tanto, los sistemas complejos se auto-organizan y los agentes que lo forman evolucionan conjuntamente.
- No tienen pues jerarquía y el control está disperso. Se conforman de abajo a arriba, no por indicaciones desde arriba.
- Tienen subsistemas. Pero su identidad principal la tiene el sistema.
- Son sensibles a las condiciones iniciales y dependen del camino seguido. Es decir, su historia influye en su presente.
- Los agentes interaccionan en un equilibrio entre colaboración y competencia.
- Las interacciones entre agentes no son lineales. Los efectos de una causa pueden ser inesperados.
- Como consecuencia, existe un proceso de emergencia. A partir de las interacciones (básicas, simples), se generan estructuras o patrones que no existían a nivel de los agentes pero que emergen a nivel de sistema (y que pueden ser de alta complejidad). Las formas que adoptan las nubes de estorninos son la manera más ilustrativa de este hecho.
- Son sistemas abiertos, por lo que los agentes interactúan con el exterior, a través de redes. El aumento de estas redes y de los agentes que en ellas participan genera beneficios (superiores, no lineales) a cada agente.
- En ellos no existe equilibrio. El cambio es constante, operan en estado dinámico. Puede haber, dentro del sistema, zonas en las que se instaura un equilibrio. Pero son equilibrios locales que pueden ser rotos en cualquier momento.
- No se puede usar un enfoque reduccionista, que busque comprender la totalidad analizando a los agentes. Un sistema complejo no puede descomponerse (sin que el sistema se vea afectado).
Decíamos que los ecosistemas de innovación son sistemas de este tipo. Así pues, son abiertos y adaptativos, desordenados y poco estructurados pero auto-organizados y en ellos existe un proceso de realimentación, que modifica la totalidad del ecosistema. No existe jerarquía y el papel de las instituciones y de las políticas públicas es un elemento más del conjunto. La dinámica del sistema se sustenta en las relaciones entre agentes, las cuales son múltiples y difíciles de predecir.
Los ecosistemas de innovación entendidos como CAS se componen de agentes (empresas, entidades, personas pero también conceptos y elementos físicos, por ejemplo, edificios, como un parque científico). Cada agente tiene sentido en el contexto de todos los demás.
Un ecosistema de innovación entendido como CAS no establece diferencias entre fuentes externas e internas de conocimiento. Por tanto, la total apertura de cada agente y la coevolución con el ecosistema es una característica intrínseca. Un agente cerrado o poco abierto va a vivir poco. La cantidad y calidad de las relaciones que cada uno de los agentes del ecosistema establece importan más que sus características individuales.
No hay una mano suprema que guíe el ecosistema. No hay gobernanza (mejor dicho, existe, pero está distribuida). Hay mucha coordinación, para alinear a los agentes y otorgar identidad al ecosistema. Ahora bien, es poco visible; surge de las redes y las relaciones. El papel de la administración es fomentar la interacción, no adoptar roles intervencionistas, como dictar normas y leyes.
En estos sistemas, no existen relaciones proporcionales de causa y efecto. Una acción pequeña puede tener un resultado masivo y una gran actuación puede carecer de incidencia. En particular, las interacciones entre agentes pueden comportar macro-transformaciones. Se genera la llamada emergencia; patrones y macro-estructuras que surgen de las interacciones.
En los ecosistemas de innovación vistos desde la complejidad no hay equilibrio. Están siempre en la frontera del caos; el cambio en ellos es perpetuo, derivado de las adaptaciones a efectos externos y la emergencia de nuevas propiedades.
No puede estudiarse el cambio a nivel de agente. Pensemos en una marmita con un líquido en ebullición, viendo el cazo como el ecosistema y siendo los agentes, las burbujas y remolinos que se forman. No tiene sentido analizar burbujas y remolinos, sino entender cómo se mantiene la ebullición. De hecho, lo mismo ocurre en los ecosistemas biológicos. Imaginemos un bosque, una gran masa con entidad propia, que se adapta y evoluciona (como bosque), que está abierto al exterior y admite entradas y salidas, nunca en equilibrio, en constante cambio. Pueden aparecer y desaparecer especias. Pero el bosque (visto como unidad, como organismo) continúa. Lo mismo ocurre en los ecosistemas de innovación.
Me ha gustado mucho esta entrada. Además de mucho material para la reflexion, hay una recomendación implícita. Dentro de los sistemas complejos, conviene actuar como los estorninos: “… interactuando con las aves que están alrededor”. Lo que me recuerda que el ADN funciona parecido: cada una de las tres mil millones de bases interactúan con las que tienen al lado, no con las que están alejadas. Muchas gracias por la entrada y por la recomendación del libro.
¡Gracias a ti Iñigo!
Excelente, Pere. Si me permites, sin embargo, por muy complejos que sean estos ecosistemas, para ser tales, deben cumplir con las características de cualquier sistema, es decir, finalidad, interdependencia, retroalimentación, etc. A veces llamamos ecosistemas a conjuntos de elementos que no cumplen esas características. Saludos
Hola Xavier, gracias por el comentario y la aclaración. Si, ¡totalmente de acuerdo contigo con lo que dices!