La Ciencia convertida en Tecnología soluciona los grandes retos a los que nos enfrentamos. Lo vimos durante la pandemia. Pero la mecánica para convertir Ciencia en Tecnología no es, en absoluto, un proceso lineal. Es un coctel en el que los ingredientes son personas y entidades muy diversas. Hablaba de la pandemia. Veamos el caso de una de las vacunas, la que surgió de la Universidad de Oxford. En el gráfico siguiente percibimos la extrema complejidad institucional y relacional. La resumo: La vacuna se basaba en la investigación realizada por Sarah Gillbert y Adrian Hill en el Instituto Jenner, asociado a la Universidad de Oxford (UO). La oficina de transferencia de tecnología de Oxford, la Oxford University Innovation, protegió la invención en forma de patente. Ayudó también a los investigadores a crear una spinoff, Vaccitech, a la que se otorgó una licencia no exclusiva de explotación. Después, de manera conjunta, la Universidad y Vaccitech dieron una licencia exclusiva a Astra Zeneca. Y esa gran corporación farmacéutica funcionó mediante sublicencias a otras corporaciones del sector.
Un entramado complejo, que de nuevo se hace evidente cuando se analiza la composición accionarial de Vaccitech. Los investigadores fundadores tenían un 5% cada uno. La Universidad de Oxford un 6%. Vemos también que un fondo de inversión asociado a la Universidad de Oxford tiene un 44%. Pero, fijaros en quién participa en ese fondo. Por ejemplo, la Fundación Welcome Trust, una fundación benéfica establecida en 1936 para promover la investigación en salud. Pero también los fondos de inversión de Omán y de Singapur o el fondo de inversión de Google (que tiene también participación directa en Vaccitech). También las empresas chinas Tencent y Fosun Pharma. Una completa mezcla, un entramado complicado. Pero es el tipo de cóctel que hoy en día permite solucionar grandes retos, una vacuna en este caso.
La semana pasada leíamos esta noticia en varios periódicos.
Mover únicamente las manos es un enorme avance para esas personas impedidas. ¿Quién hay detrás de la iniciativa? Grégoire Courtine, un neurocientífico con una larga trayectoria como investigador. En los últimos 12 años, trabajando en la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (EPFL). En esa institución, en su Brain Mind Institute, Grégoire ostenta la cátedra sobre reparación de la medula espinal. Hace una década, creó ONWARD MEDICAL, una spinoff de la institución. En 2021, la empresa incorporaba, en una ronda de inversión, 32 millones de dólares. Y ahora, colaborando con otras empresas y con centros de investigación, sugiere que los resultados son prometedores: el dispositivo comercial estará en el mercado en 2025.
De nuevo, el mejor cóctel para resolver grandes retos.