Avanzamos a golpe de latidos. La llegada de una nueva tecnología (por ejemplo, la IA generativa) supone un latido, que, como los anteriores, hace llegar dinamismo a la economía. Sin embargo, no solo las nuevas tecnologías provocan latidos de actividad. También nuevas ideas y conceptos. Por ejemplo, la propuesta de innovación abierta de Chesbrough o el fenómeno startup, que se ha extendido por el planeta en poco tiempo. Asimismo, nuevas maneras de ver y modelizar los fenómenos suponen, por ellas mismas, inyecciones de dinamismo. Así, en el mundo de la innovación, durante años, vimos la economía desde los sistemas nacionales y regionales de innovación. Esa visión motivó la aparición de estudios, expertos, consultoras, iniciativas públicas, rankings, etc. que impulsaron la innovación a lo largo de décadas. Después llegaron nuevas miradas: Los clústeres y los ecosistemas de innovación. Y con ellos ocurrió lo mismo: más expertos, más análisis y diseño, más profundidad, más actividad…
Y ello sucederá siempre. Nuestro mundo necesita la llegada constante de nuevas ideas, concepciones, tecnologías…. Siempre son mejores que las anteriores. Son más elaboradas, ya que parten la experiencia previa y sacan provecho al mayor conocimiento (que, como sabemos, avanza inmutablemente). Pero, además de ser mejores, ocurre otro hecho que hace que lo nuevo sea tan positivo. Y es que la economía y la sociedad se reestructuran de acuerdo a esos nuevos conceptos y tecnologías y ello motiva oportunidades y dinamismo.
Sirva esa larga introducción para orientar este post hacia la economía de la complejidad y su aplicación al mundo de la innovación. Pero…. ¿qué es eso de la complejidad? Lo resumo muy rápidamente. La Ciencia de la Complejidad -que se relaciona con la Teoría de Sistemas Dinámicos- lleva ya décadas entre nosotros. Pero fue a partir del establecimiento del Santa Fe Institute dedicado a estudiar los sistemas complejos y los sistemas complejos adaptativos, cuando esa mirada se organizó y sistematizó. La Ciencia de la Complejidad pone el foco en las redes y en las interacciones entre los agentes de los sistemas y hace uso de una enorme cantidad de datos. Por el aumento de la capacidad de cálculo y debido a las cada vez mejores herramientas de tratamiento y visualización, poco a poco, esa Ciencia adopta más relevancia.
En el ámbito de la economía, dos figuras han sido claves para establecer las bases de su uso: Ricardo Hausmann de Harvard y Cesar Hidalgo de la Universidad de Tolouse. Hausmann es director del Growth Lab de la Universidad de Harvard. Desde ese laboratorio, gestiona el Atlas de la Complejidad Económica. Por otra parte, los datos del ECI para países y regiones se pueden consultar en el Observatory of Economic Complexity. Recientemente, COTEC, en base a esa metodología y en colaboración con Hidalgo, ha publicado el mapa de la complejidad de la economía española.
La mirada desde la complejidad se extiende. Por ejemplo, en Barcelona hemos seguido muy vivamente el libro City Science, del catalán Ramón Gras y de Jeremy Burke, de la empresa Aretian, surgida de Harvard y fundada por ellos. En este caso, es la ciencia de la complejidad aplicada al análisis del urbanismo y las ciudades.
Por supuesto, esa mirada desde la complejidad ha llegado también a la innovación. En el próximo post os resumiré uno de los muchos artículos que tratan ese enfoque.