Ayer fue un día intenso en el Parlamento Europeo. El Consejo y el Parlamento aprobaron la Net-Zero Industry Act y también la estrategia Industrial Carbon Management.
Hablando de CO2, Europa deja claro que la captura, almacenamiento y uso del CO2 es la gran apuesta para las próximas décadas. De hecho, lo es también de Estados Unidos. Allí, el Departamento de Energía tiene el Carbon Capture Demonstration Projects Program, que se centra en tecnologías e infraestructuras de captura, transporte y almacenamiento de carbono que puedan ser replicadas y desplegadas fácilmente, en centrales eléctricas de energía fósil y en las principales fuentes industriales de CO2, como el cemento, el papel, el hierro y el acero, así como en algunas instalaciones de producción de productos químicos.
En los acuerdos adoptados ayer, Consejo y Parlamento Europeos dicen que en 2030 nuestro continente debería haber guardado bajo tierra unos 50 millones de toneladas de CO2. En 2040, la cantidad ya debería ser de 280 millones de toneladas. Y 450 millones en el 2050.
De hecho, ya hay camino recorrido y ciertos países lideran este nuevo escenario. Por ejemplo, Dinamarca ha aprobado un plan que destina 3.500 millones de euros durante 15 años a proyectos de captura y almacenamiento de CO2. Ese país considera que los yacimientos agotados de petróleo y gas del mar del Norte son depósitos adecuados para guardar el CO2. Noruega es también activa. A mediados de 2023 concedía una licencia a las empresas Sval Energi, Neptune y Storegga, para construir un almacén marino subterráneo en la zona de Sleipner, a unos 200 kilómetros de la costa. La noticia remarcaba lo que también ve Dinamarca: que el Mar del Norte tiene el potencial por ser un hub de almacenamiento de CO2, debido a su geología y ubicación geográfica, cercana al mercado.
Pero todo esto… ¿con qué objetivos? La respuesta es la siguiente: Esa inmensa cantidad de CO2 se habrá retirado de la atmósfera, siendo un elemento de lucha contra el cambio climático. Pero, además, el CO2 guardado servirá para muchas aplicaciones, entre otras, para producir combustibles sostenibles. Los pilares de la estrategia europea son: 1) Captura de CO2 para ser almacenado, 2) Captura de CO2 para su aplicación a diversos nuevos usos (productos sintéticos y químicos o nuevos combustibles) y 3) Eliminar CO2 directamente de la atmósfera.
Ésta última opción, la captura directa, es también una opción universal. En agosto del año pasado, el Departamento de Energía de Estados Unidos anunciaba una inversión de 1.200 millones de dólares para las dos primeras instalaciones, una en Texas y la otra en Luisiana, usando tecnologías llamadas DAC o Direct Air Capture. Los planes pasar por tener 4 instalaciones DAC en Estados Unidos. Cuatro hubs de este tipo, cada uno de los cuales pueda absorber y almacenar una ingente cantidad de CO2: 1 millón de toneladas al año. Según la Agencia Internacional de la Energía, actualmente, existen unas 130 plantas de DAC que se están desarrollando en todo el mundo. De ellas, 27 ya están en marcha y 18 terminadas. Todas son de pequeña escala, con una capacidad total actual de eliminación de CO2 de unas 11.000 toneladas por año. Ambas plantas americanas mencionadas antes se sitúan pues en una escala y dimensión completamente diferentes.
Europa recuerda que esta apuesta por capturar, guardar y usar CO2 requerirá mucha energía, la cual deberá ser limpia. Por tanto, el continente (países y regiones) tienen un reto asociado: desplegar con fuerza las energías renovables.
De hecho, esta apuesta supondrá crear un mundo económico totalmente nuevo, con empresas fabricantes e instaladoras de tecnología de captura en los procesos productivos, con un nuevo (enorme) sector dedicado al transporte de CO2 (con tuberías, camiones y trenes circulando por el territorio, conectando polígonos industriales y depósitos ), empresas promotoras y gestoras de depósitos geológicos y empresas y startups que definirán nuevos usos a partir del CO2 capturado.
La estrategia europea aprobada ayer resume este nuevo mundo económico con la siguiente gráfica:
La estrategia europea no agradará a todo el mundo. Pero sin duda, ahora es ya una obligación para los diversos gobiernos estatales y regionales (si no quieren empobrecer sus territorios), un gran reto para nuestras actuales empresas y una gran oportunidad para emprendedores y empresas futuras, que definirán un mercado totalmente nuevo, con cadenas de valor ahora inexistentes y con otros sectores.