Leemos y escuchamos que el sistema industrial mundial debe cambiar, de manera radical, para afrontar el cambio climático. Pero, las conferencias y los textos dejan más dudas que certezas sobre esa transición: ¿Cómo pueden las empresas hacer ese gran cambio sin perecer en el proceso? Poco a poco la respuesta se hace perceptible. En este post os hablo de un artículo que aporta luz sobre el tema. Lo han escrito Ryan Hawk, Nadia Kubis y Blair Sheppard, todos ellos de PwC. Os recomiendo vivamente su lectura. A mí me ha ayudado a entender qué nos depara el futuro próximo. Os lo resumo, traduciéndolo y personalizando determinadas cuestiones. Pero, insisto: debéis leerlo.
Ante todo, los autores dejan claro que estamos ante un reto inmenso: Rehacer el actual ecosistema industrial, que se ha construido a lo largo de muchas décadas e incluso siglos, los XIX y XX. Si no lo hacemos (y de manera muy muy rápida, en menos de veinte años) los daños a nuestro planeta, a nosotros mismos y a nuestras economías serán desmedidos e irreversibles.
Cambiar algo tan masivo (cultura, infraestructuras, tecnologías, redes y colaboraciones, “buenas” prácticas y normas, sistemas de transporte, etc.) y de manera tan rápida, es un reto enorme, de los mayores a los que se habrá enfrentado el mundo. Es un cambio sistémico hecho a alta velocidad.
Los autores del artículo afirman que las opiniones y posiciones de los directivos industriales a ese gran desafío tienden a situarse en dos polos:
- Están los que consideran que hay que ser “realistas” y que no se puede implantar un nuevo sistema en sólo veinte años. No podemos prescindir de los combustibles fósiles de manera tan abrupta, ya que no tenemos tan rápida capacidad de generación, transmisión y almacenamiento de energía renovable. No podemos electrificar todos nuestros procesos industriales en tan poco tiempo o tener una nueva flota de vehículos eléctricos de transporte con su red de estaciones de carga. Tampoco es posible cambiar radicalmente el sistema de producción de alimentos. Hay demasiadas cosas por hacer
- En el otro extremo están los revolucionarios, quienes sostienen que no queda otra opción que actuar y que debe hacerse ya.
Ryan Hawk, Nadia Kubis y Blair Sheppard, en su artículo, afirman que los dos extremos contienen dosis de razón pero también de incorrección. Si de golpe dejamos de usar combustibles fósiles, sin antes tener seguros otros sistemas de suministro, demoleremos nuestra sociedad. Pero, también lo haremos si no avanzamos rápido. No podemos limitarnos a mejoras incrementales o a dejar que las empresas encuentren el momento adecuado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o que únicamente introduzcan cláusulas relativas a la sostenibilidad en los contratos con sus proveedores. Por todo ello, los autores proponen una tercera vía, la que discurre entre los dos extremos. Es decir, hay que ser al mismo tiempo revolucionario y realista.
Tenemos ya muchos de los elementos para sustentar la revolución que supondrá pasar del actual sistema a un nuevo sistema industrial con emisiones neutras. Por ejemplo, plantas de cemento que añaden CO2 capturado al cemento que producen, actuando así de sumideros de carbono; vehículos eléctricos cada vez más competitivos o paneles solares y turbinas altamente eficientes. Y, para lo que aún falta (por ejemplo, sistemas de almacenamiento energético), la actual enorme capacidad de innovación está a punto de ofrecer la solución.
Entonces, ¿dónde se hallan las principales barreras para ese gran cambio sistémico? En los siguientes aspectos:
- Las interdependencias: reconfigurar el sistema industrial requiere la transformación de miles de actores que son interdependientes entre sí. Un ejemplo: los procesos industriales no se podrán descarbonizar sin hidrógeno verde suficiente y a precios competitivos, generado gracias a plantas de energía renovable que todavía no existen y distribuido a través de largas redes de tuberías que aún no han sido construidas. Un retraso en cualquiera de esos pasos, impedirá la descarbonización de esos procesos industriales críticos.
- Las grandes necesidades de inversión que ese cambio sistémico requiere.
- Cambiar el sistema generará nuevos líderes y referentes, así como oportunidades y crecimiento en muchos ámbitos. Pero también comportará perdedores y decrecimiento en otros. O incluso la desaparición de grandes empresas y de sectores enteros. Esos perdedores tratarán de resistir, frenando el cambio.
- El tradicional lento proceso de adopción de nuevas tecnologías.
- La necesidad de sistemas eficientes y competitivos de almacenamiento de energía
- La definición de un nuevo marco regulatorio. El actual sistema industrial ha sido conformado por décadas y décadas de política regulatoria. Una reconfiguración total del sistema requiere también definir un nuevo marco legal de referencia, lo cual no es ni fácil ni rápido.
Las empresas y los directivos no podrán afrontar el necesario cambio orientándose únicamente al interior de sus organizaciones. Deberán colaborar con todos los actores del sistema industrial para motivar los cambios citados. Por ello, los autores hablan de “ecosistema industrial” y de la gestión del mismo. Son los ecosistemas en su conjunto (no únicamente las empresas individualmente) los que deben realizar la transición.
Así, los autores afirman que lo que se necesita es una perspectiva clara y de largo alcance sobre cómo serán los ecosistemas industriales en el futuro (en este punto también podéis llamar “nueva cadena de valor” al ecosistema). Esa visión de futuro debe incluir el papel y la posición que las empresas mismas perciben y quieren otorgarse en ese ecosistema. Igualmente debe incluir un plan de fomento y desarrollo del ecosistema.
Diciéndolo de manera muy resumida: Hay que divisar el futuro, entendiendo y percibiendo hacia dónde se dirige el “ecosistema”, la nueva cadena de valor del sector. Una vez hecho esto, hay que ser práctico y colaborativo, con todo el ecosistema. El artículo profundiza, mediante ejemplos, en estas últimas cuestiones. También incluye un apartado dedicado a la gestión interna de la empresa para hacer frente a ese gran cambio. Por cuestión de espacio, yo no entro en mayores detalles en este post y os recomiendo -de nuevo- la lectura del texto.
Los autores acaban diciendo que recofingurar el sistema industrial es un reto para toda una vida. Pero, trabajar en ese reto nos hará participar en la construcción de un futuro mejor.