Ayer en una conversación, yo decía lo siguiente: Hasta hace unas décadas, en el planeta solo había dos grandes entornos que avanzaban las fronteras del conocimiento y de la tecnología, dos grandes reinos productores de innovación: 1) las empresas y 2) los centros de investigación, incluyendo universidades, así como hospitales investigadores. En las últimas décadas, las startups se ha configurado como un tercer gran espacio generador de innovación y tecnología. Ese cosmos de las startups está acelerando notablemente el cambio tecnológico. Así pues, la humanidad avanza hoy la innovación desde tres entornos distintos, cada uno con sus reglas y su cultura. Son tres pequeños planetas dentro del nuestro real.
Pero yo decía una cosa más: El actor más reciente, las startups (y todo aquello en lo que se basan y lo que conllevan) está revolucionando la innovación -en general- como nunca había ocurrido antes. Además, lo hace muy rápidamente. De manera directa: las propias startups avanzan la frontera que marca los últimos desarrollos tecnológicos. Pero también indirectamente, ya que cambian la forma como los otros dos entornos están haciendo innovación. Esa es la idea clave que quiero transmitir en este post.
Veamos a lo que me refiero. Vayamos al mundo de las empresas. Algunas tienen 100 o 150 años de vida. Para sobrevivir tanto tiempo, han tenido que adaptarse, infatigablemente, buscando nuevas oportunidades, nuevos productos y negocios. Y para ello han “inventado” maneras de encontrar y generar esas oportunidades. Por ejemplo, el instrumento esencial que han tenido las corporaciones en más de un siglo para desarrollar los conceptos de futuro ha sido su Laboratorio o Departamento de I+D. Esos centros de I+D de las empresas no han existido siempre. Alguien los ideó; uno fue el primero. En concreto, el de General Electric, fundado en 1900. Hoy no hay ninguna gran corporación en el mundo sin su laboratorio de I+D.
Decía que las startups han revolucionado la innovación corporativa: Las corporaciones continúan operando sus centros de I+D pero ahora tienen también sus centros de Corporate Venturing, sus fondos de inversión en empresas emergentes, sus retos o challenges, sus propias incubadoras y aceleradoras, etc. La revolución de las startups es tan importante que las empresas -viéndolo- han reaccionado y han dado forma a un nuevo paradigma de la innovación, que las integra y aprovecha. Es una sofisticación de la Innovación Abierta. Es un movimiento ya masivo en las grandes. Pero llega también a las medianas y pequeñas. Algunas -pobres- con menos medios, tratan, de manera casi desesperada, de hacer “algo” con las startups. La innovación empresarial es siempre complicada. Pero mucho más en las que tienen menos recursos.
¿Y las universidades?
Voy ahora a la otra gran bola productora de conocimiento e innovación en el planeta: Las universidades y los centros públicos de investigación. La pregunta es: ¿Han revolucionado también las startups a ese entorno? De momento, mucho mucho menos. Las universidades son muy lentas en los cambios. A mi (llevando ya casi 30 años en ellas), aún me cuesta entender los motivos de esa poca conexión de las instituciones académicas con lo que está ocurriendo “ahí fuera”. Treinta años atrás se hablaba (en cuanto a su relación con las corporaciones) de las universidades como torres de marfil. Hoy lo son de nuevo, ahora en cuanto a esta revolución de las startups. Supongo que será por la propia personalidad de las universidades: Abstraídas, herméticas, circunspectas, formalistas… Pero este sería tema de otro post.
Sin embargo, acabará ocurriendo que esa nueva bola (el mundo startup) afectará de manera rotunda, tanto a la docencia como a la ciencia y su transferencia. Las startups están cambiando la manera como el mundo ve la Ciencia (y como la propia Ciencia se ve a si misma). Estamos en un momento de la historia en que interesa el impacto de la investigación. La pandemia, las vacunas y el tipo de empresas que las han creado (Moderna, Biontech, Curevac, Vaccitech, de perfil distinto a las grandes corporaciones) han ayudado a consolidar esta visión. Así pues, el impacto, los retos, las misiones y las startups llegan poco a poco a la transferencia de tecnología. Las empresas emergentes Deep Tech se configuran ahora como el instrumento “transportador” por excelencia de los resultados de la investigación al mercado y a la sociedad. Algunos primeros programas de Entrepreneurship in Residence buscan, forman y acompañan a emprendedores externos para que creen empresas basadas en las patentes que han generado las universidades. Hay también programas (como el que tienen de manera conjunta las universidades de Cornell y Technion de Israel en Nueva York) que convierten las tesis doctorales en empresas tecnológicas, creadoras de nuevas soluciones.
La linealidad queda en la historia
Deep Science Ventures (DSV) es un ejemplo de programa ajustado a nuevas formas de hacer. DSV ha planteado un nuevo método de creación de empresas científicas emergentes. Sitúan, desde el primer día, la necesidad en el centro de todo. Desde la oportunidad o reto, DSV busca conocimiento, talento y capital y construye empresas científicas. Son un venture builder científico. No generan spinoffs desde la propiedad intelectual de las instituciones investigadoras. Dan un paso atrás para llegar a los problemas o retos. Y entonces eligen a los científicos que puedan solucionarlos. Ayudan también a construir las empresas que implantan la solución. DSV construye pues empresas científicas, con gente del mundo de la investigación. Pero no sobre los resultados de su investigación, sino que antes piden a la comunidad investigadora que haga un ejercicio de prospectiva de enfoques científicos para solucionar el reto. Y acaban seleccionando uno o más de estos enfoques, así como los investigadores que desean involucrar en el proyecto. A continuación, forman los equipos, crean las empresas y buscan financiación. Mark Hammond, el fundador de DSV, plasma sus ideas en estos posts. Os recomiendo dedicarles un momento.
La transferencia de tecnología está mutando hacía sistemas Prueba-Error, hacía enfoques que algunos comparan con los de la biología sintética. Es lo que hace la gente de Hellow Tomorrow y Boston Consulting Group. Sitúan su enfoque cíclico design-build-test-learn (DBTL) en ese marco conceptual. Desde el problema, usando metodologías de design thinking, sugieren las propuestas. Después (no antes), buscan las tecnologías y los resultados de investigación necesarios. Y en este punto, Ciencia e Ingeniería avanzan juntas. Esa orientación al problema es clave y se traslada a la organización, las operaciones y la estrategia de mercado de las startups tecnológicas sustentadas en la Ciencia. Llegan pues las ideas Lean Startup y Design Thinking, bajo otros nombres y con adaptaciones, al mundo de la investigación y la transferencia de tecnología (puede que la diferencia principal sea que lo Lean focaliza más en el cliente y estos métodos que convierten Ciencia en Impacto se centran más en el problema).
Los enfoques citados constituyen puentes entre Ciencia y Tecnología que no son de circulación única. Esos métodos no evidencian linealidad sino interacción, iteración y desarrollo conjunto. Al igual que ha ocurrido con las corporaciones (como decía, ahora tienen Laboratorio de I+D y también Corporate Venturing), las universidades continuarán protegiendo resultados de investigación y licenciando patentes, por supuesto. Habrán pues estructuras similares a la OTL de Stanford o la TLO del MIT. Y muchos de nosotros (al igual que las corporaciones siguen reflexionando sobre la I+D), continuaremos hablando de transferencia de tecnología y de si somos más o menos eficientes en ese proceso. Pero las universidades, para convertir su Ciencia en Impacto, deberán evolucionar e integrar estos nuevos enfoques.