Hago referencia al anuncio de Elon Musk, quién ha informado del logro de Neuralink. Esa noticia es un gran hito en la evolución tecnológica de la humanidad.
La presentación de Musk inaugura una nueva época, de la cual aún tenemos pocos trazos dibujados. ¿Habéis visto la película Anon? Fue estrenada en 2018 y sus protagonistas son Clive Owen y Amanda Seyfried. El largometraje dibuja un futuro en el que nuestro cerebro tendrá un implante que recoge lo que nuestros ojos ven. Ese dispositivo se llama, en la película, el “Ojo de la Mente”. Registra lo que cada persona hace en todo momento y vuelca la información a una inmensa base de datos. La gente puede pasarse -unos a otros, mentalmente- pedazos de su registro visual almacenado. Ahora –con el anuncio de Musk- ya no tenemos dudas: la humanidad desarrollará muy pronto la tecnología que permitirá lo que Anon describe. Dedico este post a hablar de ello.
La investigación sobre tecnologías de relación cerebro – máquina lleva tiempo entre nosotros. De hecho, si podemos imaginar un futuro es porque ya ha empezado. Todo se basa en el conocimiento sobre el cerebro humano y se avanza a pasos de gigante gracias a los ingentes esfuerzos dedicados a su investigación. Veamos algunos de esos esfuerzos.
En abril de 2013, la Casa Blanca de Obama presentó el proyecto BRAIN (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies). La iniciativa se inspiraba en el Proyecto Genoma Humano y adquiría una dimensión de reto, de misión: conocer el cerebro humano a través de iniciativas científicas y tecnológicas. Para su primer año, se le asignaba un presupuesto de más de 100 millones de dólares. Ese monto se repartió, mediante convocatorias, entre grupos de investigación de universidades, agencias y hospitales investigadores para que desarrollasen sus propuestas. Ese Proyecto BRAIN se sustenta en iniciativas previas. Por ejemplo, Human Connectome, promovido por la agencia americana de salud (National Institutes of Health NIH) fue iniciado en 2009 para construir un mapa de las conexiones del cerebro. Se llama así -conectoma- a un mapa de esas características.
Medio año más tarde de la presentación de la iniciativa BRAIN en Estados Unidos, la Unión Europea puso en marcha su Human Brain Project, al cual ha dedicado elevadas sumas de dinero, que se asignan también por convocatoria pública entre grupos de científicos de todo el continente. La iniciativa se compone de doce líneas de trabajo distintas. Todas ellas quieren lograr una mejor comprensión de nuestro cerebro, de sus funciones y de las tecnologías de relación con el exterior. En 2014 fue Japón, desde su Ministerio de Ciencia y Tecnología, quien puso en marcha algo similar, el Brain MINDS. Finalmente, en 2016, China promovió su China Brain Project, con una duración de 15 años.
El conocimiento que tenemos del cerebro, con todas estas iniciativas, aumenta a pasos rápidos. Pero, simultáneamente, investigamos ya sobre la interacción Cerebro – Máquina (BCI). Cada año se convocan los premios BCI Research Award, que reconocen las mejores investigaciones en este campo de todo el mundo.
La investigación sobre tecnologías que relacionan nuestro cerebro y las máquinas están aquí también desde hace tiempo. Es un campo de investigación que empezó hace 50 años. Fue el belga Jacques Vidal, desde la escuela de Ingeniería de la Universidad de California en Los Ángeles, quien acuñó el término Brain Computer Interface (BCI) y quien lanzó el reto de crear algo que permitiese controlar objetos mentalmente, usando las ondas eléctricas cerebrales. Jacques Vidal se sustentó en investigaciones previas (ello ocurre siempre, ya que Ciencia y Tecnología son acumulativas). A lo largo de los últimos 150 años, los científicos han aportado las bases suficientes para que hoy podamos plantearnos como reto comunicarnos mentalmente con las máquinas. Que el cerebro funciona con señales eléctricas lo sabemos desde finales del siglo XIX. En 1924 el alemán Hans Berger desarrolló un aparato para registrar esa actividad eléctrica cerebral y con él obtuvo el primer electroencefalograma humano. La formulación de Jacques Vidal se sustentaba en esos cimientos construidos por esos inventores y científicos del pasado. Por otra parte, la propuesta de Vidal interesó a una parte de la comunidad científica, que empezó a trabajar esta cuestión. Se inició pues un nuevo campo de trabajo, ese estudio y desarrollo de BCIs. En estos momentos, se considera relativamente fácil detectar las señales cerebrales y usarlas para realizar alguna acción.
La investigación BCI está hoy (casi) totalmente orientada a aumentar capacidades de personas disminuidas: falta de visión, de movilidad, desordenes de conciencia, etc. Por ejemplo, ya en 2004, científicos de la Universidad de Pittsburgh hicieron que un mono accionase mentalmente un brazo robótico que le permitía alimentarse. Por su parte, la Universidad de Ohio trabaja en un marcapasos para el cerebro, que lo estimule mediante pulsos, para los enfermos de Alzheimer. DARPA, la Agencia de defensa norteamericana, ha creado una prótesis de mano que, mediante electrodos en el cerebro, permite a la persona afectada tener una sensación real de tacto. La Universidad del Sur de California han logrado un implante cerebral que aumenta las capacidades de memoria a corto plazo. En Barcelona, Giulio Ruffini y Ana Maiques han trabajado durante años para conocer mejor el cerebro. Han usado lo aprendido para diseñar dispositivos dirigidos a enfermedades como la depresión o la epilepsia. Su empresa Neuroelectrics comercializa sus conocimientos. Openwater es otra empresa trabajando en esa interfase mente – máquina. A su frente está la tecnóloga Mary Lou Jepsen. Ella ha liderado dos Moonshots en Google, ha promovido proyectos sociales como One Laptop per Child y ha trabajado en Oculus VR, una startup de realidad virtual a la que Facebook compró en 2014. Openwater desarrolla un sistema basado en imágenes de resonancia magnética funcional para detectar las funciones cerebrales. Es decir, se trata de un método no invasivo.
Por otra parte, la empresa NeuroPace ha desarrollado un electrodo cerebral que previene las convulsiones y puede administrar pulsos diseñados para detenerla, cuando la actividad cerebral normal del paciente se aparta de la normal. El dispositivo fue aprobado por la Food and Drug Administration (FDA) americana en 2013 y actualmente se ha implantado ya a un par de miles de enfermos.
BrainGate es un sistema inicialmente promovido por un consorcio de cinco instituciones americanas y ahora en manos de la empresa Brain Gate Inc. El sistema se basa en un implante cerebral, un dispositivo de 100 finos electrodos que penetra 1,5 milímetros en el córtex y que supervisa la actividad cerebral del paciente y traslada sus intenciones a un ordenador. El sistema se crea para ayudar a personas que han perdido el control de las extremidades. También para enfermos de esclerosis lateral amiotrófica o ELA.
Sabíamos por supuesto que Neuralink se dedicaba también al tema. Como hemos contado, extraemos información del cerebro. Pero existen limitaciones en cuanto al número de neuronas a las que se podemos acceder. Neuralink quiere superar esa limitación. Quiere desarrollar un dispositivo que acceda a un número muy elevado de ellas. Su propuesta tecnológica se basa en sondas de poliamida, que son insertadas en el cerebro mediante un robot quirúrgico. Cada sonda se descompone en hilos con electrodos, los cuales detectan las señales eléctricas cerebrales. La sonda incorpora también un dispositivo que recoge y amplifica esas señales.
Esos trabajos son unos pocos de los muchos que se están asumiendo en ese ámbito de la reparación de funcionalidades humanas. A pesar de ser muchos, son los seminales. En los próximos años, otros centros públicos de investigación y otras empresas continuarán dedicando altas dosis de curiosidad al tema. Los resultados de esos trabajos mejorarán las funcionalidades de muchas personas que las tienen disminuidas. Será otra gran contribución de la Ciencia y la Tecnología al bienestar de la gente.
Pero, además, de ese conocimiento surgirá la opción de conectar el cerebro humano a una gran red mental, una red que sustituirá a Internet.
Internet del Pensamiento
¡También hay ya gente trabajando en esa futura red! En 2017, científicos de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, establecieron una conexión entre el cerebro e internet. Su proyecto Brainternet se basa en la actividad bioeléctrica cerebral mediante un electroencefalograma. Esos científicos usaron el casco desarrollado por la compañía Emotiv, que fabrica productos de electroencefalografía portátil.
A mediados de 2019, la revista Scientific Reports publicaba el trabajo de unos investigadores que decían haber desarrollado la primera interfaz directa de cerebro a cerebro no invasiva. Le dieron el nombre de BrainNet y se basa en combinar electroencefalografía (EEG) para registrar las señales cerebrales y en la estimulación magnética transcraneal (TMS) para entregar información al cerebro. Su proyecto de investigación incluyó una prueba exitosa con tres personas que colaboraron mentalmente para resolver un juego del tipo Tetris. Dos de las personas, conectadas a sistemas de electrodos EEG, remitían información y la tercera, mediante un sistema TMS, la recibía. El equipo de investigación estaba formado por científicos de las Universidades de Washington y Carnegie Mellon. El sistema es muy lento y poco fiable. Pero, es un primer paso en el largo camino.
Poco después de aparecer publicado el trabajo anterior, también durante 2019, los periódicos se hicieron eco de otra publicación científica que apareció en la revista Frontiers in Neuroscience. Ese documento académico, producido por investigadores de la Universidad de California en Berkeley y el Institute for Molecular Manufacturing, plantea una hipótesis sobre un sistema para captar pensamientos. Los investigadores sugieren que los nanorobots neuronales navegarán por el sistema sanguíneo humano y atravesarán la barrera hematoencefálica, esa frontera que separa la sangre y el fluido extracelular del sistema nervioso central. Finalmente, llegarán hasta las mismas células cerebrales y transmitirán información, por supuesto, de manera inalámbrica. Con ello, podrán extraerse datos -pensamientos- del cerebro. Los investigadores principales, Nuno Martins y Robert Freitas, decían que un sistema de este tipo permitiría el acceso mental en tiempo real a internet. Sería tan fácil como pensar un tema y tendríamos la información a nuestro alcance. Esos neurocientíficos argumentaban que una internet mental podría ser una realidad en pocas décadas. Además, se aventuraban a hablar de un super cerebro global, que conectará los cerebros humanos y la inteligencia artificial.
¿Será un avance?
Cambiaremos la actual red internet por la Internet del Pensamiento y lo haremos pronto. Dentro de poco habrá un “módem mental” para cada uno de nosotros y con él nos conectaremos varias horas al día. Pero, ¿será ello un avance? Sí, por supuesto. Será un instrumento que permitirá exprimir el cerebro de las mentes brillantes de la humanidad. Ya actualmente, por la facilidad en el acceso a la información, la humanidad saca mucho más jugo a las mentes de cada persona durante el tiempo en que están vivas. Internet traslada toda la información del mundo a una pantalla. El gran reto es saber navegar por ese gran magma, detectar lo relevante, relacionarlo y obtener una conclusión. Y con ello, crear algo. La futura internet del pensamiento acentuará todavía más esta característica. Con ello, la humanidad sacará cada vez más jugo a la mente y a las posibilidades de cada persona. Eso contribuirá a la exponencial tecnológica. Las personas queremos aportar y crear. Ese deseo permanecerá siempre inmutable. Y en ese futuro aumentaremos nuestra capacidad de relacionar información, ideas y pensamientos de las diversas mentes. Con ello, podremos crear y realizar nuevas aportaciones.
Esta semana, este futuro se ha hecho visible. Se ha inaugurado una nueva era.