Llevo tiempo dando vueltas a tres ideas (Gestión, Representación y Liderazgo) y queriendo hablar sobre ellas. Pero no encontraba la forma de organizar lo que pretendía decir. Finalmente, desisto de la organización y vuelco aquí unas reflexiones, esperando que vosotros encontréis la mejor forma de componerlas y saquéis algo de valor en ellas.
- Todas nuestras profesiones y ocupaciones tienen dosis de gestión, representación y liderazgo.
- ¿Qué es liderar? Sintéticamente, comporta sugerir moverse y hacia qué dirección (acompañando en el camino). Los líderes no saben cuál es la dirección correcta. Pero saben que hay que moverse y que la reflexión sobre qué camino tomar es inmovilismo. Se reflexiona mientras se camina.
- Decía que todas las profesiones y ocupaciones tienen los tres componentes. Pero por supuesto, unas tienen más de lo uno y otras más de lo otro. Un presidente de gobierno representa y lidera. Pero no debería gestionar demasiado. En cambio, uno de sus directores generales gestiona mucho más. Por supuesto, también representa. Pero lidera menos. Una jefatura de servicio es esencialmente gestión.
- Aunque es cierto que grandes cambios (es decir, liderazgo) han surgido de esos niveles reservados a la gestión. Por ejemplo, en el ámbito en el que yo he trabajado el último cuarto de siglo, la revolución que supuso en España, a finales de siglo pasado, la integración de la tercera misión en las universidades fue sugerida desde esos estratos a los que, a priori, no se les reservaba el liderazgo de los grandes cambios. No hubo un gobierno que planificase un nuevo modelo de universidad. Tampoco hubo parlamentarios, consejeros de comunidades autónomas o rectores de las universidades que sugiriesen ese gran cambio estratégico en la Universidad española. Fueron más bien la gente que trabajaba en gestión de la investigación y la transferencia de tecnología, en OTRIs y en parques científicos y tecnológicos, los que impulsaron el nuevo modelo a partir de iniciativas concretas.
- Ese liderazgo de las bases se ha acabado. Mejor dicho, está esperando mejores tiempos. Los últimos años han sido duros con aquellos que normalmente se salen de sus cometidos esenciales. A esos innovadores, hoy no se les ve ni se les espera.
- Representar es algo que, a priori, parece secundario. De hecho, quién ostenta representación suele tener dificultades para entender lo que supone el concepto. Cuesta entenderlo ya que quién representa deja de ser persona y pasa a ser institución o empresa. Esa empresa o esa institución está ahí, en cualquier sitio al que acude esa persona que la representa. La representación comporta, por la simple presencia, algo de liderazgo.
- Por su parte, gestionar es silencioso y frustrante. Pero necesario para que el camino sea leve. En el entorno en el que vivimos (Sur de Europa), la gestión es una constante carrera de obstáculos, por las muchas trabas que la legislación traslada. Quienes legislan no son conscientes de la relevancia de la gestión ágil para la competitividad de los países. Los gestores hoy se han resignado a esa maraña. ¿Quieren eso? Pues eso haremos. La consecuencia es evidente: ayuntamientos con todos sus contratos parados por el secretario o el interventor, fondos europeos que no se gastan, convocatorias que no se publican… Me atrevo a utilizar una palabra: Un desastre.
- ¿Recordáis ese magnífico libro que ya lleva por aquí unos cuantos años “Por qué fracasan los países”? Propongo adaptar ligeramente el título, para ajustarlo a nuestro contexto y a la situación actual: ¿Por qué no prosperan los países? Mi respuesta a esa pregunta sería doble: 1) por la imposibilidad de gestionar y 2) por la falta de liderazgo.
- El liderazgo tiene un riesgo enorme. Por definición, quién lidera debe asumir propuestas inciertas. Caminemos. De acuerdo. Pero, ¿hacia dónde? El líder debe pronunciarse y no tiene demasiada información. Por tanto, existe una gran probabilidad de fracaso.
- Muchos líderes se visten de representantes y gestores y de esta forma circulan por su cargo sin asumir esa responsabilidad y ese riesgo. Pero gestionar (un país, una comunidad, una institución) no es liderarla. El momento actual no pide gestores (los hay a patadas). Pide líderes.
- El miedo al fracaso es hoy el principal freno al liderazgo. El fracaso en el liderazgo es tremendamente castigado (vía medios de comunicación) en entornos como el nuestro. Ese castigo frena el liderazgo.
- Liderar supone actuar. Vamos a enviar un cohete a la Luna. ¿Sería una buena apuesta? Por supuesto. Generaría innovación, actividad económica y -lo más importante- pasión colectiva. Pero… nadie hará una propuesta de este tipo. ¿Y si el cohete no llega? Los líderes son ahora débiles (o directamente no tenemos líderes y sólo tenemos a quién nos representa). Pero somos nosotros quienes hemos contribuido a esa debilidad.
- Vale, de acuerdo… no veis claro enviar un cohete a la Luna. Existen medidas de similar impacto aunque de perfil muy distinto. Por ejemplo, ante la enorme crisis económica, ¿derogamos temporalmente la ley de contratos del sector público? Si, si, sé lo que me digo. Me refiero a esa Ley que supuestamente ha eliminado la corrupción en los proceso de compra pública. Pero, si lo ha hecho, ha sido a un precio enorme, excesivo: hoy el sector público no ejerce de tractor. No adquiere infraestructura, no promueve análisis estratégicos, no encarga actividades de dinamización… Un costo brutal para una sociedad en total parálisis como la nuestra.
- Liderazgo es decidir enviar el cohete a la Luna o derogar esa Ley de Contratos. Ambas decisiones son de riesgo enorme. Pero suponen caminar y en una dirección. Por favor, los que estáis en los puestos de liderazgo, ejerced de dirigentes, no de gestores o de meros representantes.