Los makers del mundo se organizan para luchar contra el coronavirus
Hace pocos días, os hablaba aquí de la iniciativa de Protofy para construir un respirador. Su propuesta es interesante. Intuyo que lo será aún más en el futuro, en el momento en que el virus se extienda por continentes con menores capacidades tecnológicas que el mundo occidental. Es una idea muy simple, no requiere de materiales sofisticados. Puede ser construida en cualquier lugar.
Estamos viendo, estos días, como confluyen una serie de conceptos que para muchos son desconocidos: Me refiero a los makers y a la fabricación digital, espoleada por la impresión 3D. Unimos también a esos conceptos la total e inmediata conexión que internet proporciona, así como la extraordinaria capacidad creativa que la gente (principalmente joven) tiene hoy en todo el mundo (este es el elemento más importante). Finalmente, el cemento que une el conjunto es la generosidad de ese colectivo, su voluntad de ayudar, el deseo de que los demás estén bien. El resultado es una inmensa capacidad de respuesta global a un reto también universal: la amenaza del coronavirus.
En este post quiero contar algo sobre como los makers del mundo están diseñando y construyendo soluciones para atender a los miles de enfermos.
Empiezo por ese grupo de personas que, bajo el nombre de Coronavirus-Makers, están diseñando aparatos de asistencia médica (por ejemplo, respiradores, mascarillas, gafas EPI) y los están fabricando mediante impresoras 3D.
El grupo surgió hace una docena de días (repito: ¡hace sólo 12 días!) y ahora, en el momento de escribir este post, su canal de Telegram tiene 8.900 voluntarios. Gente que quiere contribuir a crear soluciones para superar este enorme reto, gente de todo tipo: Makers, evidentemente, con sus impresoras 3D. Pero también médicos, ingenieros, matemáticos, físicos. Todos ellos tienen sus profesiones y dedican parte de su tiempo a este noble proyecto. Hay también empresas. Y por supuesto, lo hacen sin ánimo de lucro. Sus creaciones son open-source, están a disposición de los servicios de salud. Es una multitud luchando contra el coronavirus.
Esas casi 9.000 personas, de múltiples lugares de toda la Península, se autoorganizan. Por ejemplo, dentro del enorme grupo Coronavirus-Makers está el equipo Reesistencia Team. Desde hace una semana, ese colectivo trabaja intensamente, investigando, generando documentación y soluciones código abierto para que cualquier persona que tenga una impresora 3D pueda imprimir las piezas con las que poder hacer un respirador automático. Una vez construidos esos respiradores, se donarían a los servicios sanitarios locales. Podéis seguir al equipo Reesistencia Team en esta cuenta de twitter: @ReesistenciaT
El prototipo afronta ahora su fase más dura: la validación. La Fundación Cotec ha pedido ayuda al Gobierno de Asturias para realizar las pruebas clínicas en el Hospital Universitario Central de Asturias. Esas pruebas clínicas deben mostrar que el dispositivo puede aplicarse en las UCIs hospitalarias.
Para que ese colectivo pueda trabajar son esenciales los sitios web propios de la comunidad maker. Por ejemplo, Thingiverse, un espacio dedicado a compartir archivos de diseño digital creados por usuarios en código abierto, gratuitos con licencias GNU o Creative Commons. En esos sitios se pueden encontrar los planos para construir impresoras 3D, cortadoras láser o fresadoras, por ejemplo.
Lo mismo que ha ocurrido en España con Coronavirus-Makers, ha pasado también en otras partes del mundo. A principios de febrero, desde un grupo de Facebook surgía el proyecto Open Source Ventilator Project, con un objetivo similar. El grupo se halla en el mismo punto del proyecto: La validación por parte de las autoridades sanitarias. Han escogido Irlanda para realizar esa validación (que sólo les serviría para Irlanda, después debería extenderse). El grupo ha ampliado su objetivo y ahora desea compilar una colección completa de diseños de código abierto para todo tipo de suministros médicos. Con ello, ha pasado a llamarse comunidad Open Source COVID19 Medical Supplies. Tiene ahora mismo más de 31.000 seguidores, los cuáles son esencialmente makers, creadores de soluciones. Recientemente, TechCrunch dedicaba un artículo a esa comunidad.
En Italia, el 11 de marzo, un hospital declaró que su UCI no tenía válvulas para sus respiradores ya que la empresa que las suministraba no podía cubrir las necesidades. El hospital hizo una llamada a la comunidad maker. En pocas horas, Massimo Temporelli y Cristian Fracassi consiguieron diseñar la pieza, esa válvula, para ser impresa en 3D. Tenía un coste muy inferior a las que proporcionaba el fabricante. Ello era muy lógico, ya que la calidad era también inferior y, además, no habían sido examinadas y aprobadas por las autoridades sanitarias (un proceso que tiene un alto coste). Pero la empresa ha manifestado sus quejas sobre esa decisión del hospital y la actuación de los makers. Argumenta la propiedad de las patentes sobre la válvula.
Esos mismos makers italianos han conseguido también convertir una máscara de buceo de Decathlon en un respirador que facilita la vida de los enfermos que aún no han llegado a la UCI. Y también de los médicos, ya que reduce las posibilidades de contagio en el hospital. En este caso, Decathlon no ha puesto ningún impedimento para el uso del diseño y el tuneado de la máscara de buceo.
Lo que acabo de describir muestra lo mejor de las personas. Pero, los problemas a los que se enfrentan esa gente que quiere aportar en este momento de crisis provienen de lo peor de las instituciones. La sociedad que hemos creado es muy exigente con la seguridad, con el control. Hemos ideado un sistema social y económico -y una administración encargada de los mismos- muy garantistas. Con ello, no es fácil que ese entramado reaccione ante riesgos tan enormes y de emergencia tan rápida como la de este coronavirus.
Hay dos aspectos relacionados con ese modelo que complican el trabajo de esas miles de personas creadoras: las patentes y las autorizaciones sanitarias para el uso de los productos. ¿Se atreverán los responsables médicos -de manera general- a usar dispositivos que no han pasado las pruebas clínicas y que no han sido autorizados por la administración sanitaria? Acabada la crisis, podrán verse expuestos a demandas millonarias. ¿Se atreven los makers a infringir patentes? Quienes lo hagan también pueden verse amenazados por demandas empresariales.
No tiene sentido. En casos como el que vivimos, las reglas de juego deberían ser temporalmente modificadas. ¡Gracias a esos miles de personas por su trabajo!